Cuando desde la capital mexiquense, vía internet, Benjamín Araujo Mondragón, poeta, cuentista, ensayista, periodista, promotor cultural y asimismo autor del trabajo Será mi asilo el mar. Biografía de José María Heredia y Heredia, el cual fue un poeta y libertario cubano, quien falleciera en la ciudad de México en 1839; cuando, insisto, me pidió le consiguiese un espacio para presentar su nueva propuesta poemática intitulada A surco de propósitos, en esta Feria del Libro de Chapingo, en la parte conclusiva de su mensaje apuntó: "Diles que yo fui el creador, el diseñador, de la Primera Feria del Libro en Chapingo"; y, así, al asumir la misión encomendada por mi amigo, por supuesto que no olvidé la puntilla, el énfasis final de su recado: "Diles que yo..."; pero, además, preparé en mi alocución la nutrida, diversa foja productiva en el ámbito cultural de Araujo Mondragón; dije, por ejemplo, que él, precisamente, se había desempeñado como jefe de Publicaciones en la UACh, en los años 1984-1986, cuando era Director de Difusión Cultural el también escritor Ignacio Betancourt Robles, tiempos que corresponden a la brillante gestión del doctor Ignacio Méndez Ramírez como rector de nuestra casa de estudios; señalé, a la vez, que entonces Benjamín Araujo, al frente del Departamento de Publicaciones, cumplió una destacada labor editorial al proponer y publicar obras, autores, que no envejecen. Se trataba de textos de una perdurable catadura artística, un profundo humanismo.
Nuestro invitado tuvo la acertada visión de introducir en una institución de educación superior, netamente agronómica, libros indispensables como Bajo el oro pequeño de los trigos, de la poeta Enriqueta Ochoa; a la par se editó una antología poética del vate chileno Juvencio Valle, y se dio a la luz un bello libro, Canto a la Tierra, de Antonio Rodríguez, que homenajea a la obra maestra que pintara Diego Rivera en la capilla que hoy lleva su nombre; o se rescató del olvido a Alberto Michel y sus Narraciones, confidencias y otros textos. Emparentado con ello, no olvido aquella ocasión que Benjamín, emocionado, se acercó a mi lugar de trabajo para mostrarme, esto si mi mala memoria no hace de las suyas, un ejemplar de la revista Vuelta, de Octavio Paz, donde aparecía un comentario del reconocido ensayista y poeta Gabriel Zaid, quien miraba con buenos ojos que una institución científico-técnica hubiese tenido el tino de volver a editar el mencionado texto de Alberto Michel... Total, que cuando expuse ante Graciela Flores, actual jefa de publicaciones de Chapingo, este nutricio, vasto recuento del paso de mi amigo por estos lares, ella, con prontitud, respondió: "Por supuesto, será un honor recibirlo".
Dicho esto, ahora es el momento de que abordemos propiamente el libro que nos reúne, intitulado A surco de propósitos, texto que permitió a su hacedor entrelazar en un solo viaje los trabajos A propósito (1981) y Surco de palabras (1984), con el agregado de versos de su más reciente etapa creativa... Pero ¿qué papel cumple la literatura, la poesía, la palabra en nuestro escritor toluqueño? Un principio de respuesta sería anotar que tiene publicados por lo menos diez títulos; indicar que ha participado con sus versos en treinta antologías; pero quizá lo más preponderante a destacar es su sólida convicción de que la palabra-palabra, aquella que va más allá del simple lenguaje, la palabra que busca imantarse en el lector, esa palabra debe sellar un compromiso destinal, definitivo, con asuntos cruciales, impostergables, que todo artista debiera atender: la belleza, la bondad, la ternura, el amor, la solidaridad y la escamoteada verdad. De ahí que exprese continuamente, en los foros donde se presenta, su disgusto, su total rechazo de lastres tan en boga en los tiempos que vivimos, esto es : la mentira, la corrupción, la falta de democracia, luego de lo cual,enfático, suele proferir: "Me parece terrible la demagogia". En ese sentido, A surco de propósitos conforma una retrospectiva vivencial, existencial, amorosa y de notable, sentida fe política. Vale señalar que Benjamín lleva en su barcarola de palabras aquellas enseñanzas reveladoras que descubrió allá en la infancia, ese luminoso instante significativo, pues tuvo la oportunidad de convivir en su entorno familiar con hombres sapientes como Ernesto de la Peña y el poeta mexiquense Heriberto Enriquez; este último, dice, le dejó una profunda influencia en su tarea formativa, en su decisión vocacional. El poeta Enriquez lo acercó a la obra de autores tutelares como Horacio, Virgilio, Ovidio, Sófocles; sin olvidar darle a conocer el brioso, explosivo impulso plasmado por los poetas "malditos": Baudelaire, Verlaine, Rimbaud... Aquí cabe precisar que Araujo, en su libro más reciente y otros de su prolífera pluma, va dejando constancia admirativa de quienes le han obsequiado latencias, modos de ver y vivir el mundo, la condición humana. Sus homenajes, por ejemplo, a Pablo Neruda, Walt Whitman, Miguel Hernández, Efraín Huerta, Tomás Segovia, José Saramago, Facundo Cabral y tantos otros, nos hacen recordar lo dicho por Jorge Luis Borges con trazo asertivo: "Que otros se jacten de los libros que les ha sido dado escribir; yo me jacto de aquellos que me fue dado leer."
Al adentrarse en este trabajo es posible constatar aquello que Araujo ha dicho en alguna parte: "Mi filosofía de la vida es muy sencilla: amar"; ese poderoso sentimiento irriga vitalidad, hondura, elasticidad expresiva a su canto que no precisa una temática específica, estacionaria. Podríamos expresar aquí que al poeta Benjamín le ajusta muy bien la sentencia clásica: nada de lo humano le es ajeno; así, con esa entereza, nuestro autor, por ejemplo, puede tomar la pluma para transmitir al lector el sentir paradójico, el filo, las claves de algún infortunio:
Estoy segura de la vida
me dijiste un día
estoy segura repetiste
y lo dijiste firmemente un día
y otro y otro y otro
hasta convencerme
y al día siguiente
no acudiste a la cita
En el libro que nos ocupa encontramos aquí, allá, una profunda huella, maridaje, digamos, de su poesía con los intereses del autor por la política, por los aconteceres que buscaban y buscan horadar oscuridades asfixiantes; para decirlo coloquialmente: el poeta no le saca al bulto a labrar versos que más de uno podría calificar como "contestatarios" o "panfletarios". Por ello conviene citar sus propias observaciones sobre el tema en cuestión, esto cuando señala categórico: "Si el autor cree que debe tener una actitud política consciente y definida en su obra, ello de nada le servirá si, antes, no ha aclarado su compromiso con la palabra".
Apunté ya que son muchos los versos que parecieran trazados estrictamente por motivaciones de índole social, y sin desdecirme de lo anterior, me permito citar un poema que funde en un todo varias obsesiones del escritor mexiquense. Me refiero a lo que sucede por las calles y lo que sucede puerta adentro, esa música íntima, raíz o guía de lo que somos...
Sentado en el sofá del pensamiento
aspirando a decir cosas importantes
mi padre
una mañana como cualquiera
antes de salir
de la puerta de casa
me regresó
no te dirijas violentamente
por las calles
no me culpes
equivócate y no implores
ni aprendas
comprométete y ya
yo no he podido
Un rasgo o recurso expresivo sobresaliente en este libro, es la aparición con cierta frecuencia de textos tocados por la instantaneidad; "minipoemas", los llama el propio autor, cuya eficacia radica en una irónica, lúdica, relampagueante resolución, que nos lleva inevitablemente a recordar las inaugurales propuestas de raigambre orientalista en tierra mexicana vertidas por José Juan Tablada; pero más bien, creo, los poemas de Araujo guardan parentesco con los famosos poemínimos del cocodrilo Efraín Huerta, quien solía definirlos como "una mariposa loca, capturada a tiempo y a tiempo sometida al rigor de la camisa de fuerza".
Doy dos ejemplos de esta poesía breve que Araujo muestra en su nuevo opus y en su libro precedente, Liturgia amaneceres y otros poemas :
TENER
Entre tener
y no tener
me decidí por su dulzura
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Pausadamente
Pausadamente
No lo olvides
he de encontrar
tu prisa por la vida
Otro aspecto notable en esta poesía es el interés del autor por estimular a sus versos de una continua, incesante carga de connotación erótica, esa "poética corporal" o "sed de otredad", según expresión de Octavio Paz. Los dos libros que contiene A Surco de propósitos despliegan, como ya dije, varios intereses o asombros temáticos, sin nunca dejar de soslayo la necesidad deseante, lo sensual como anhelo, como pérdida, donde cabe la inquietud de una pregunta :
¿Cómo bajaba a ti sin comprenderte;
para entender tu sexo porque me comprendía?
Al mismo tiempo, en el erotismo cabe un cierto sentido del humor tocado por la ironía:
Estoy seguro
con tu mirada lo subrayas
que tienes un enorme deseo
que no me comunicas
...¿qué?... ¿qué no lo sabías?...
Considero que Araujo Mondragón ---también autor de los libros Frontera interior, (1994), Apetencias (1999) y Decires (2011)-- centra la fuerza de su lírica en aquello que pedía Nietzche a todo creador: escribir con el fulgor, la intensidad, la música, de la propia sangre; en ese sentido, ante la ausencia de su padre, precisa, testimonia, doliente unción homenajeante, a su árbol primero:
Ocultaste la luz,
tomaste el camino de la noche,
te vestiste de triste
y callaste;
así tu voz se hizo miel
de silencio
Finalmente, señalo que A surco de propósitos nos brinda la oportunidad de volver a abrazar a un entrañable amigo que, en el ya un tanto lejano 1984, trajo, brindó a Chapingo, buenas nuevas en la difusión del fenómeno cultural y artístico. Por aquellos días nos conminó a no dejar para mañana la lectura de textos valiosos, interminables, páginas rebosantes de indiscutible universalidad. Entonces, con toda seguridad, Benjamín tenía en mente el precepto borgiano que reza: "Somos los libros que nos han mejorado". Pero también A surco de propósitos permite conocer a un poeta que parte de la idea de que "la inspiración es sobre todo trabajo; mucha lectura, mucha escritura, mucha autocrítica". Permite también hacer nuestras la animosidad; pero también la ternura, la alegría de vivir, la sensualidad de sus versos que apuntalan la anhelada buenaventura en nuestro paso por la tierra. Decir convencidos, comprometidos: "Mi filosofía de la vida es muy sencilla: amar".