Tres poetas chilenos
William Faulkner desde su tumba
Jaime Valdivieso
Hoy escucho voces desde lejos
Leves pisadas que se acercan Son los que caminan por el cementerio Los que buscan a la muerte como amiga
Yo sé que en vida pocos me quisieron
Decían que era un borracho Que salía a cazar con los negros Me importa un carajo lo que digan La mayoría de estos son los Hipócritas protestantes Que nada sabían de la vida Y menos de la muerte. Ya pueden irse al carajo Y ocuparse de su propio culo.
Claro que seguí cazando con los negros
Y bebiendo whisky con ellos No sólo me odiaban por esto Sino por felicitar a un vendedor de diarios Por decir que era comunista Y tener el coraje de decir lo que era. Se pueden ir tranquilamente al carajo.
En días pasado vino un joven
De un país del sur de Latinoamérica Venía con su mujer y se sentó junto a mi tumba Y habló en silencio sobre mis libros y sus propios sueños Que a él le bastaría dejar sólo Unas pocas líneas Que lo salvaran del tiempo y el olvido No quería más que eso Lo vi recogido sobre sí mismo Como si estuviera hablándome Más acá de mi muerte Y sin pensar que yo lo escuchaba. |
Pelambre
Carmen Berenguer
A mi madre
Mis gruesas hebras
salieron rudas y con ahínco porque tenían que nacerme crines a que domara mi estancia No hubo peine que cardara a diario el desafío de crecer la mata negra Mis enredos en ondas cerdas ululando el viento En temporales de húmedas marañas que al desenredarlas la lluvia lloraba dentro
Mi peineta no entraría a mi selva negra
que ordenara su resistencia a cualquier amarra que llevara a mi vera a mi chascona
Temprano estas mil cerdas
no arruinarían mis gruesos ondulados azabaches e irrespetuosos de una noche sin destino fue esta mata invertebrada de revueltos azulejos huecos de un ramaje postrero
Y su espesor una especie de orgullo
de ancestros originarios Me lo gritaban a la vera del camino India! con sorna perpleja de arrebatos diurnos
Mis metálicas crinches iban más allá de su existencialismo
Metafísico, lejos del modernismo, más bien parece un ramo decadentista El maltrato a mi pelo iba más allá de su desacato a la obsesión de ser puro pelambre o quién hendía un peine en mi revoltijo de noche rabias ajenas en tal desenredo
Que de tanto encono me eché aceite de comer
a fin de desenredar la melancolía que iba alojándose en el cuerpo
Y mirando mis cadejos de plata con cierto reproche
le unté linaza y cerveza para suavizar la melcocha
La loca del parque me lo manoseaba
como vieja callejera recitando un mantra lindo! lindo! pelo! pelo!
Con el tiempo me acostumbré a dar que mirar
Mis lijas torpes al perder las cejas y el incipiente bigote que sin asunto se alisaba planchadito sin asunto se encrespaba de arrebato o era un Volcán eléctrico de lava ardiente o un Arrayán Florido porque sí al rato se ponía Ópalo porque no luego enrizaba el bosque y ni un diente un pinche una amarra libre caía la ramada en la siena
mamita hay piojos en mi pelo
muchos piojos y me pusieron parafina dormí con la cabeza amarrada que al prender un fósforo habría iluminado la cuadra
mamita hay piojos en mi pelo
me echaron creolina y dormí la noche con olor a baño de la plaza
mamita tengo piojos
y a la mañana al sol me sacaron cuatrocientas liendres y piojos y piojos caían al recipiente con agua mamita! Los piojos arrancaron por el cuello
mamita no quiero mi pelo
mamita no quiero ocuparme de mis crenchas Y unas cerdas se enredaron en mis pies danzando danzaban y danzan
y entonces el profesor ruso miró
mis rodillas apuntó a mis rodillas como prontuarios de vida raquítica
Furtivamente había huido la niña
y me había gibado ocultando mis mudanzas corporales hacia el despertar de la muchacha
Sin darme cuenta
mi cola de greda iba de un lado para otro sin corpiño y sin refajo
Mis tetas no eran tan crecidas como para no jugar a la pelota
con los puercos de la esquina mis pies eran ligeros rápidos en danzas rusas aquí debajo del ala de la iglesia de la calle di patadas a las canillas de los cabros
Entonces me pasé la juventud en el cine de la cuadra
El cine de postguerra y mi pelo resentido fueron amantes de la imagen Mientras veía desnudarse a la B.B. en Y dios creó a la mujer Yo continuaba trenzando nerviosa tal desparpajo corporal
Mientras Sofía Loren y su hija
eran violadas en una iglesia abandonada por una soldadera en Dos mujeres yo estiraba alerta mis rulos en la oscuridad y quedaron las mechas tiesas en la desesperación
Mientras veía cómo jugaba con los plumones de la burguesía
Marcelo Mastroiani en la Dolce Vita yo me había cortado la trenza y comenzaba a copiar la moda europea y gringa en mi gruesa pelambre subdesarrollada y la compleja relación entre plancharlo y/o escarmenarlo La distancia solemne entre el peinado gato ordeñado a punta que saltara a mi cuello encima de la oreja Y la alarma secreta de la noche una media la cubría enterita pegadita al rostro la guedeja lisa De qué les hablo de esta testera que es mi sorna cuando me acompañaba larga la greña por las noches ayudándome a esconder el rostro travieso a que me dijeran un día que pelaba los dientes cuando soltaba el trapo. |
El tiempo que sueña. Que soñamos que nos sueña
Elicura Chihuailaf
La Palabra surge de la Naturaleza
y retorna al inconmensurable Azul desde donde nos alegra y nos consuela Cuando la Palabra cree / imagina interrogarse no es sino lo innombrado que la interroga para sacudirla para desempolvarla, para intentar devolverle su brillo original ¿Para qué entonces el deseo de decirlo todo si, como en un tejido, el Ahora –en el tiempo circular– existe y se completa con las hebras del ayer y del mañana?
Así nos dice el tiempo que sueña
que nos sueña. Que soñamos. |
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