Va por las calles rueda y rueda
el guijarro de nuestras vidas:
pas, pas, pas, pas, pas, pas...
en movimiento infinito rueda
rueda como si no fuera
en realidad a ningún sitio.
Y no va, realmente, sólo
rueda y rueda, más rueda y rueda.
¿Acaso no se cansa, ni se
fastidia con esa rutina
tan obsesiva y reiterada?
Y no, no se cansa;
rodar es su destino
y no parece tener tino
ninguno en parar
y detener esa rutina
no atina a detener:
¡¡¡no le interesa!!!
UNO
Estamos a un paso del fin
parece acercarse acaso
o sólo lo presentimos
pero se acerca:
está, desde luego,
más cerca ese final
que no conduce a nada
o va ¿a alguna parte?
Más vale que supongamos
que ese final tiene meta;
lo contrario sería oprobio,
una vergüenza, un desatino,
una fatalidad y un mal fario.
DOS
Estamos a punto de llegar
preparemos maletas
y hagamos las paces con
el destino y nuestros semejantes;
pero, ¿por qué hacerlo?
¿hay alguna regla que nos
lo demanda o que prohíba
lo contrario? ¿existe? ¿hay?
Si no ha existido, en todo
caso volvemos al callejón
al fraude a la imposición
del absurdo:
somos guijarros a la vuelta
y vuelta y vuelta y vuelta,
como un disco rayado...
TRES
Clic, clac...pufff...
¡¡¡se descompuso!!!
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