¿CÓMO SE LLAMABA?
Relato de Benjamín Adolfo Araujo Mondragón
"¿Que diferencia hay entre la hartanza y el estres?", me dijo; y agregó "realmente ninguna; son lo mismo". La escuché, medité y callé mientras ella interponía un largo discurso para convencerme de su aseveración. Mientra le escuchaba yo rumiaba ("No es cierto, de ninguna manera es lo mismo"). Pero sólo lo pensaba. No se lo decía, porque ella con tan larga lista de argumentos no me dejaba hablar prácticamente.
Ciertamente yo ya le había comentado a mi interlocutora virtual que me encontraba yo en la hartanza de tanta falsedad en internet, tanta palabrería insulsa, vacía, sólo visible para adorno, meras charlas cosméticas, sin contenido. Fue el momento justo en que ella conectó "hartanza" con "estrés", para considerar su gemelidad.
Eso había sido así desde siempre. Hacía ya largos seis meses que, día con día, incluídos sábados y domingos, nos poníamos al habla con tanta fluidez que desperté las sospechas de mi amada mujer -cuarenta años ya de matrimonio-; hasta que lograba convencerla de la verdad: entre "ella" y yo no había nada, absolutamente nada, excepto claro la comunicación internacional.
Pero ¿cómo, le decía yo a mi dama, va a haber algo entre los dos si ella vive en otro continente y yo aquí, sin planes ni posibilidades de embarcar a sitio alguno? Sólo de ese modo calmaba yo a María.
El día del largo monólogo de "ella" conmigo sobre la naturaleza uniforme entre la hartanza y el estrés, decidí nunca más hablarlé; era inútil y era una gran pérdida de tiempo.
Era, lo supe hasta ese momento: un ejemplo claro de lo que me hartaba en el aparato ordenador...
...por cierto, hasta ese momento caí en la cuenta de que pese a haber pasado ya largos seis meses, nunca nos habíamos preguntado nuestros nombres...