sábado, 22 de diciembre de 2012

FELIZ FUTURO


FELIZ FUTURO
Los tiempos pasan,
los calendarios caen
y las hojas de los árboles también.

Las aves cambian su plumaje
y nosotros, los hombres,
vivimos con la esperanza
puesta en un futuro óptimo,
algo mejor que los que nos ocurrió hoy,
en el año que termina;
somos árboles que, a veces,
nos sabemos mudar de hojas
y de hábitos, menos;
somos aves que solemos
no emigrar,
aunque el clima lo imponga.

Pese a todo,
a nuestros pies crecen
musgos de esperanza,
año con año miramos
con fe hacia el horizonte:
¡¡¡bienvenido año nuevo, bienvenido!!!

LA MUERTE


LA MUERTE

La muerte es el olvido.
Entonces la capacidad
que tengamos de mantener el recuerdo,
el tiempo que podamos hacerlo,
es nuestra única
victoria sobre la muerte”.
Carlos Fuentes Macías.
Recordemos por siempre,
hagamos reivir a nuestros muertos.
Mantengamos prendida esa antorcha
de vida que es el recuerdo vital
para los fallecidos;
sólo el olvido mata,
sólo la falta de memoria duele,
sólo crea heridas y resquemores olvidar
para siempre.

Y sólo si mantenemos esa vela prendida
Estaremos prendados a nuestros muertos
pues sólo de ese modo les daremos vida
para que resuciten en nuestra mente
siempre…siempre…siempre…
cada momento de recuerdo
es una lámpara votiva
para hacer vitalicios
a nuestros difuntos.

Guardemos en nuestros corazones
la llama del recuerdo,
no permitamos que ese fuego se apague
dejémos abrazar por los recuerdos
seamos antorchas encendidas
por siempre, siempre, siempre…

Mi hermano, Carlos; mi madre,
Guadalupe; mi padre, Adolfo;
mis abuelos paternos, Rafael y Dolores;
mis abuelos maternos, Teodoro y Elodia:
mis tías paternas: Carmela, Lupita y Gelo;
mis tías maternas: Ofelia y Graciela…

Todo mi panteón personal,
que huele a incienso…es, vive, permanece,
porque lo pienso y porque lo recuerdo.

Mis tías y tíos políticos: Esperanza, Jesús,
Alberto; y mis mentores y amigos:
Heriberto, Rodolfo, Alejandro, Jorge Raúl,
Arturo, Enriqueta, Hernán…viven, vivirán
para siempre, en este florilegio de memoria
que es la memoriosa resurrección de los
seres queridos.

    

PRINCIPIOS


P R I N C I P I O S

Desde la luz del alba de los tiempos
mi soledad se oculta en el silencio.
Tanta promesa advierto en el paisaje
que a la carne y la piel hace testigos.

Nada puede ofrendarse desde el caos
sino la filiación del mar,
la traición del desierto,
la selva como abrigo,
la desnudez del viento
y las montañas todas para orar.

No se ora en el litigio del hermano,
ni se apetece el caos con la mirada.
Sólo valen los cantos cuando se ama;
la eternidad de verme en esos ojos,
la suavidad del tacto en esos muslos,
el cuerpo en paz sin guerra en otros cuerpos.

Este volátil disco en que viajamos
desconoce la pobreza de huesos
que cargamos, cargamos y un día
hemos de abandonar en sitio yermo.

Esta nave intranquila que creemos
haber creado y nos crió
padece sin saber lo que somos,
y hacemos, en este caminar
de luna llena en noches incansables
en que las pieles arden
y se ofrendan
mientras dejamos
que el paisaje se caiga de nostalgia
y la lluvia
busque comprenderle en sus cuitas
y amarle y estrecharle.



I

Esa tristeza amarga por lo que no he vivido,
me pone en la nostalgia de otros besos,
en tanto nos besamos.

Tomé por la ventana al horizonte
y puse en el buzón otros recuerdos
para olvidar mi ausencia de mañana.

La noche es otra cosa con tus cartas.
Sale el sol más temprano
y una flor desde el suelo
se levanta y me besa.




II

Un libro se abre al centro y, al margen
de sus líneas, me miras y me inventas;
dos párrafos delante, melancólico,
me asomo a aquél cajón de la nostalgia
y logro desdoblarte y tenerte
mientras sueño.

Despierto y ya no estás.
Tal vez nunca estuviste;
y el libro que miramos,
cada quien en su "allá"
casualmente era el mismo.



III

Como me faltan manos cuando veo que te fuiste,
como me faltan ojos para ya no mirarte,
como me sobra el tiempo que perdí sin buscarte
y que pocos son mis índices para poder negarte.



IV

La pena en otro tiempo empañaba el delirio,
pero la entrega diaria se empeña en el ocaso
por ya no hacer escándalo, ni gritar;
se desviste, convierte todo en calma
un horizonte alado con su ruta y sus besos.
La entrega cotidiana parece un mueble triste
que un paño de sabores quita el polvo,
acurruca, acomoda, apapacha y desnuda.
Todo se ve tan fácil desde el rincón simplón
del amor que me has dado,
que mañana en la calle levanto la banqueta,
pongo a todos al sol
¡y que canten los mustios!
Nada que aquí se mire tendrá que ser en vano;
las tardes son iguales desde que tú naciste,
pero no son las mismas, y hasta cambia el país
si tú amaneces triste.



V

Después de ser tan fácil qué complejo es quererte,
me dijiste, mujer, ya muy de noche, un día;
me hiciste oler la luna y escuchar esas nubes
que son siempre más densas, muy oscuras y frías;
reflejos obtuvimos sólo en veces, a ratos,
en cambio fueron amplios momentos de agonía
los de la oscura ausencia;
supe entonces dispar acaecer cotidiano:
los lagos son momentos;
eternidad, en cambio, la soledad oceánica.




VI

Hay que amar como el mar, con ruido y sobresalto.
No tiene caso hacerlo pensando en el desierto
pues si se ama con olas, naufragios y honda calma
tendrà sentido luego arremeter las playas,
volcarse en arrecifes,
hundirse entre corales,
viajar lleno de peces, agonizar islotes
y vomitar lombrices.

Encallar: otra forma de exasperar al tedio.
El amor que se atreve, hace olas, trasciende,
porque su liquidez es siempre flor y canto.



VII

Corsarios atracaron en el viento,
la soledad en bóvedas de espasmo
retornaba al averno, el fuego derrotado
calmaba sus visiones danzarias
mientras todo anunciaba el final
con trompetas apocalípticas.

El corazón del hombre, sordo,
tranquilo, mudo,
ciego, decepcionado,
quebrantados sus huesos,
volvió al embrujo solo.

Detrás de las montañas,
caverna adentro,
una planta sin flor
ni fruto,
fuera de la tierra
seca,
sin aliento,
yace.



(DEL LIBRO "APETENCIAS", 1999).

domingo, 2 de diciembre de 2012

TRES POETAS CHILENOS


Tres poetas chilenos
William Faulkner desde su tumba
Jaime Valdivieso
Hoy escucho voces desde lejos
Leves pisadas que se acercan
Son los que caminan por el cementerio
Los que buscan a la muerte como amiga
Yo sé que en vida pocos me quisieron
Decían que era un borracho
Que salía a cazar con los negros
Me importa un carajo lo que digan
La mayoría de estos son los
Hipócritas protestantes
Que nada sabían de la vida
Y menos de la muerte.
Ya pueden irse al carajo
Y ocuparse de su propio culo.
Claro que seguí cazando con los negros
Y bebiendo whisky con ellos
No sólo me odiaban por esto
Sino por felicitar a un vendedor de diarios
Por decir que era comunista
Y tener el coraje de decir lo que era.
Se pueden ir tranquilamente al carajo.
En días pasado vino un joven
De un país del sur de Latinoamérica
Venía con su mujer y se sentó junto a mi tumba
Y habló en silencio
sobre mis libros y sus propios sueños
Que a él le bastaría dejar sólo
Unas pocas líneas
Que lo salvaran del tiempo y el olvido
No quería más que eso
Lo vi recogido sobre sí mismo
Como si estuviera hablándome
Más acá de mi muerte
Y sin pensar que yo lo escuchaba.
Pelambre
Carmen Berenguer
A mi madre
Mis gruesas hebras
salieron rudas y con ahínco porque tenían que nacerme
crines  a que domara mi estancia
No hubo peine que cardara a diario el desafío
de crecer la mata negra
Mis enredos en ondas cerdas ululando el viento
En temporales de húmedas marañas que al desenredarlas
la lluvia lloraba dentro
Mi peineta no entraría a mi selva negra
que ordenara su resistencia
a cualquier amarra que llevara
a mi vera
a mi chascona
Temprano estas mil cerdas
no arruinarían mis gruesos ondulados 
azabaches e irrespetuosos de una noche sin destino
fue esta mata invertebrada de revueltos azulejos huecos
de un ramaje postrero
Y su espesor una especie de orgullo
de ancestros originarios
Me lo gritaban a la vera del camino
India! con sorna perpleja de arrebatos
diurnos
Mis metálicas crinches iban más allá de su existencialismo
Metafísico, lejos del modernismo,
más bien parece un ramo decadentista 
El maltrato a mi pelo iba más allá  de su desacato 
a la obsesión de ser puro pelambre
o quién hendía un peine en mi revoltijo de noche
rabias ajenas en tal desenredo
Que de tanto encono me eché aceite de comer
a fin de desenredar la melancolía
que iba alojándose en el cuerpo
Y mirando mis cadejos de plata con cierto reproche
le unté linaza y cerveza para suavizar la melcocha
La loca del parque me lo manoseaba
como vieja callejera recitando un mantra
lindo!
lindo!
pelo!
pelo!
Con el tiempo me acostumbré a dar que mirar
Mis lijas torpes al perder las cejas y el incipiente bigote
que sin asunto se alisaba planchadito
sin asunto se encrespaba de arrebato
o era un Volcán eléctrico de lava ardiente
o un Arrayán Florido porque sí
al rato se ponía Ópalo porque no 
luego enrizaba el bosque y
ni un diente
un pinche
una amarra
libre caía la ramada en la siena
mamita hay piojos en mi pelo
muchos piojos
y me pusieron parafina 
dormí con la cabeza amarrada
que al prender un fósforo
habría iluminado la cuadra
mamita hay piojos en mi pelo
me echaron creolina
y dormí la noche con olor a baño de la plaza
mamita tengo piojos
y a la mañana al sol me sacaron 
cuatrocientas liendres y 
piojos
y piojos
caían al recipiente con agua 
mamita! Los piojos arrancaron por el cuello
mamita no quiero mi pelo
mamita no quiero ocuparme de mis crenchas
Y unas cerdas se enredaron en mis pies
danzando
danzaban
y danzan
y entonces el profesor ruso miró
mis rodillas
apuntó a mis rodillas
como prontuarios de vida raquítica
Furtivamente había huido la niña
y me había gibado ocultando mis mudanzas corporales 
hacia el despertar de la muchacha
Sin darme cuenta
mi cola de greda iba de un lado para otro
sin corpiño y sin refajo 
Mis tetas no eran tan crecidas como para no jugar a la pelota
con los puercos de la esquina
mis pies eran ligeros rápidos en danzas rusas
aquí debajo del ala de la iglesia de la calle
di patadas a las canillas de los cabros
Entonces me pasé la juventud en el cine de la cuadra
El cine de postguerra y mi pelo resentido fueron amantes de la imagen
Mientras veía desnudarse a la B.B. en
Y dios creó a la mujer 
Yo continuaba trenzando nerviosa tal desparpajo corporal
Mientras Sofía Loren y su hija
eran violadas en una iglesia abandonada
por una soldadera en Dos mujeres
yo estiraba alerta mis rulos en la oscuridad
y quedaron las mechas tiesas en la desesperación
Mientras veía cómo jugaba con los plumones de la burguesía
Marcelo Mastroiani en la Dolce Vita
yo me había cortado la trenza y comenzaba a copiar
la moda europea y gringa en mi gruesa pelambre subdesarrollada
y la compleja relación entre plancharlo y/o escarmenarlo
La distancia solemne entre el peinado gato ordeñado a punta que
saltara a mi cuello encima de la oreja
Y la alarma secreta de la noche una media la cubría enterita
pegadita al rostro la guedeja lisa
De qué les hablo de esta testera que es mi sorna
cuando me acompañaba larga la greña por las noches
ayudándome a esconder el rostro travieso a que me dijeran un día que
pelaba los dientes cuando soltaba el trapo.
El tiempo que sueña. Que soñamos que nos sueña
Elicura Chihuailaf
La Palabra surge de la Naturaleza
y retorna al inconmensurable Azul
desde donde nos alegra y nos consuela
Cuando la Palabra cree / imagina
    interrogarse
no es sino lo innombrado que la interroga
    para sacudirla
para desempolvarla, para intentar
    devolverle su brillo original
¿Para qué entonces el deseo
    de decirlo todo
si, como en un tejido, el Ahora
    –en el tiempo circular–
    existe y se completa
con las hebras del ayer y del mañana?
Así nos dice el tiempo que sueña
    que nos sueña. Que soñamos.