Anoche,
fue la noche
de los resfríos del alma.
Una campana llamó
a panteonar recuerdo;
pero tramposo,
otro timbre interior,
insistente,
quería recordarlo todo,
detalle por detalle.
Mientras eso ocurría
el placer dormitaba,
pero en veces
gritaba
desde el interior
mismo del alma:
como queriendo confiar un secreto.
A tanto sucederse
esa guerra intestina,
el sueño quedó paralizado,
en un rincón
de la noche
como a la espera
de los acontecimientos.
En esa guerra bajo
la alfombra
de los recuerdos;
todo parecía dormitar,
pero nada era cierto.
Lo cierto,
lo único comprobable
y comprobado
fue que no dormí.
Y de ello es espejo
fiel
mi cara,
mi rostro sombrío
y mis ojeras....
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