Tómese un kilo de mal humor;
póngalo al viento, hasta que se disipe por completo.
Enseguida traiga a su alma un suspiro
y coloca un poco de buena música en su alma,
revuelva todo en un batido de sonrisas
y aplíquelo, cada mañana, sin césar
a quien vea. Tome una pastilla de cariño
para aplicarla en todo momento sobre sus seres queridos
y resbale como quien no quiere la cosa sobre sus enemigos
o supuestos enemigos; frótela delicadamente sobre esas gentes
y repártela asimismo a las personas que pasan
aunque no sean conocidas.
Haga ese ejercicio todos los días.
Cuidando no olvidarle nunca
y así tendrá un año redondo.
Y sonría, sonría, sonría...
1 comentario:
Muy bien me resulta el poema, amigo.
Abrazos
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